CREATIVIDAD Y VACÍO

18 mayo, 2020
18 mayo, 2020 Kanji MX

El espacio vacío está en peligro de extinción. Cada vez existen menos ocasiones para no hacer nada, como si esos momentos de absoluta inactividad fueran sinónimo de aburrimiento. Y en estos tiempos con tantos dispositivos y canales de comunicación a la mano está prohibido aburrirse. Los momentos de no-actividad son ocupados inmediatamente con cualquier fuente de entretenimiento. El teléfono celular es el mejor ejemplo, la pantalla chica como el vehículo ideal para llenar los momentos vacíos.

Así el scroll infinito de las redes sociales que según diversos estudios aportan una dosis de dopamina real, ese neurotransmisor involucrado con la sensación de placer pero que también puede generar adicción. La televisión por streaming que garantizan que siempre hay algo bueno que ver. La música o podcasts en audífonos durante los traslados. La navegación por la web para procrastinar todo el tiempo que queramos. El cerebro recibe estímulos constantes que lo mismo pueden ser fuentes de inspiración, que impedir la generación de ideas propias.

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Esto no es nuevo. La consciencia puede ser nuestra gran ventaja evolutiva, lo que permite pasar conocimientos de generación en generación, pero el problema es que no vino con un switch de on-off que nos permita apagar la consciencia cuando nos incomoda. En palabras de Pascal, el gran matemático y pensador francés del siglo XVII: “Nada es tan insoportable para el hombre como estar en pleno reposo, sin pasiones, sin quehacer, sin diversión, sin cuidado. Siente entonces su nada, su abandono, su insuficiencia, su dependencia, su impotencia, su vacío”.

Gran parte de la cultura en cuanto a entretenimiento encuentra su origen en proveer una fuente de inconsciencia, una forma de escapar de nosotros mismos o de nuestra mente para evitar que nuestros pensamientos divaguen hacia territorios difíciles. En palabras del Albert Einstein: “El arte y la ciencia son dos de los grandes modos de escapar de la realidad que los humanos han creado”.

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¿Pero por qué será que justo cuando estamos a punto de dormir, vienen los pensamientos que estuvimos conteniendo durante el día? Fácil. Porque no estamos haciendo nada, no hay distractores. ¿Cuántas veces nos ha venido a la mente esa gran idea mientras estamos en la regadera? Es exactamente por la misma ausencia de estímulos, pero en este caso además ayuda el hecho de que estamos llevando a cabo una actividad que requiere la mínima atención: lo suficiente para evitar la sensación de vacío, pero tan automática que permite que el pensamiento divague hasta llegar a esas ideas.

Ya en otra ocasión hablamos de la creatividad como una forma de combinar y aportar algo nuevo a partir de algo que ya existe: son estímulos que aportan gasolina para el proceso creativo. Pero la creatividad también es la capacidad de desarrollar un estímulo interno: preparar el terreno vacío para que la mente pueda de viajar libremente hacia esas ideas nuevas.

En este caso la propuesta es simple. Para estimular la creatividad a veces no hay que hacer nada. Absolutamente nada. Sin importar el área en la que desarrollamos nuestro trabajo, seguramente ya contamos con una gran cantidad de referentes que se han alojado en nuestra memoria: lecturas, películas, diseños, campañas, etcétera. En lugar de volver a ellos para buscar inspiración, a veces conviene… no hacer nada, para que así las ideas comiencen a asociarse de manera libre y espontánea.

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Claro que sentarse a esperar a que esa gran idea venga a la mente puede ser complicado. Nuestros trabajos suelen ser sedentarios, son horas y horas frente a la computadora, y cuando llega el momento de ser creativos se supone que tenemos que hacerlo ahí mismo frente al teclado o en una sesión de “lluvia de ideas”, sin habernos dado el tiempo a nosotros mismos para pensar. Es entonces que las actividades mecánicas pueden ser muy útiles. La más simple y natural de todas: caminar.

Ya se ha escrito mucho sobre el acto de caminar como una técnica para pensar que es común entre los filósofos. Nietzsche, por ejemplo, caminaba hasta ocho horas al día, mientras pensaba e iba anotando en pequeños cuadernos. ¡El propio Einstein concibió muchas de sus ideas mientras andaba en bicicleta!

Caminar implica una desconexión temporal, una forma de forzar ese momento vacío, sobre todo si también nos desconectamos de nuestros aparatos portátiles. Como ésta hay muchas otras actividades mecánicas que requieren de poca o ninguna concentración a las que también se pueden recurrir. Se trata de disponer el espacio y el tiempo para dejar que la mente viaje.

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Y si es posible ni siquiera caminar. Sentarse en silencio durante unos minutos. Dejar que la mente viaje y luego poner atención a nuestros pensamientos. En la era de la distracción no es fácil fijar la atención en una idea por más de un minuto. Pero si prestamos atención a nuestros pensamientos, podemos hacernos conscientes de esas ideas que solo estaban esperando que se silenciara el ruido para poder surgir.

Así que en esos momentos de vacíos, antes de mirar de nuevo la pantalla del celular o ponerse los audífonos, podría ser más creativo no hacer nada.

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